dijo: «¡Oh, por favor! ¡Dime el motivo de tu llanto! ¡Me estás abrasando el corazón! Dime también por qué tomaste la copa con la mano izquierda.» Y yo le contesté: «Tengo un tumor en la derecha.» Y ella replicó: «Enséñamelo; lo sajaremos, y te aliviarás.» Y yo respondi: «No es el momento oportuno para tal operación. No insistas, porque estoy resucito á no sacar la 'mano.» Vacié por completo la copa, y segui bebiendo cada vez que ella me la ofrecia, hasta que me poseyó la embriaguez, madre del olvido. Y tendiéndome en el mismo sitio en que me hallaba, me dormi.
Al día siguiente, cuando me desperté, vi que me había preparado el almuerzo: cuatro pollos cocidos, caldo de gallina y vino abundante. De todo me ofre- ció, y comí y bebí, y después quise despedirme y marcharme. Pero ella me dijo: «¿Adónde piensas ir?» Y yo contesté: «A cualquier sitio en que pueda distraerme y olvidar las penas que me oprimen el corazón.» Y ella me dijo: «¡Oh, no te vayas! ¡Qué- date un poco más!» Y yo me senté, y ella me diri- gió una intensa mirada, y me dijo: «Ojo de mi vida, ¿qué locura te aqueja? Por mi amor te has arruina- do. Además, adivino que tengo también la culpa de que hayas perdido la mano derecha. Tu sueño me ha hecho descubrir tu desgracia. Pero ¡por Alah! jamás me separaré de ti. Y quiero casarme contigo legalmente.»
Y mandó llamar á los testigos, y les dijo: «Sed testigos de mi casamiento con este joven. Vais á