pagarle toda la ropa que le habían encargado. Y el propietario de la casa había dicho á su mujer: «¿Cómo haríamos que entrase en tu aposento para sorprenderle y llevarle á casa del wali?» Y la mu- jer contestó: <<Déjame obrar á mi gusto, y lo enga- ñaré con tal engaño y lo comprometeré en tal com- promiso, que toda la ciudad se ha de burlar de él.>> Y Bacbuk no se figuraba nada de esto, pues des- conocía en absoluto todas las astucias y todas las emboscadas de que son capaces las mujeres. Así es que, llegada la noche, fué á buscarle la esclava, y lo llevó á las habitaciones de su señora, que en se- guida se levantó, le sonrió, y le dijo: «¡Por Alah! ¡Dueño mío, qué ansias tenía de verte junto á mí!>> Y Bacbuk contestó: «¡Y yo también! ¡Pero démonos prisa, y ante todo, un beso! Y en seguida... >> Pero aún no había acabado de hablar, cuando se abrió la puerta y entró el marido con dos esclavos negros, que se precipitaron sobre mi hermano Bacbuk, lo ataron, le arrojaron al suelo y empezaron por aca- riciarle la espalda con sus látigos. Después se le echaron á cuestas para llevarle á casa del wali. Y el wali le condenó á que le diesen doscientos azo- tes, y después le montaran en un camello y le pa- searan por todas las calles de Bagdad. Y un prego- nero iba gritando: «¡De esta manera se castigará á todo cabalgador que asalte á la mujer del prójimo!»> Pero mientras así paseaban á mi hermano Bac- buk, se enfureció de pronto el camello y empezó á dar grandes corcovos. Y Bacbuk, como no podia va-
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Apariencia