ya soy demasiado viejo y estoy sordo y no puedo atender á los negocios del reino. Por eso vengo ȧ pedir á mi soberano el sultán que se digne nombrar á mi sobrino, que es también mi yerno, para el cargo de visir. Y puedo asegurarte que merece este cargo, pues es hombre de buen consejo, pródigo en ideas excelentes y muy ducho en el modo de des- pachar los asuntos. >> Entonces el sultán miró con más detenimiento á Nureddin, y quedó encantado de este examen, aceptó el consejo de su anciano visir y nombró para el cargo á Nureddin en lugar de su suegro, y le regaló un magnífico traje de honor, el mejor de todos lo que pudo encontrar, y una mula de sus pro- pias caballerizas, y le señaló sus guardias y sus chambelanes. Nureddin besó entonces la mano del sultán, y salió con su suegro, y ambos regresaron á su casa en el colmo de la alegria y besaron al recién nacido Hassan Badreddin y dijeron: «El nacimiento de esta criatura nos trajo buena suerte. >> Al día siguiente, Nureddin fué á palacio á desem- peñar sus nuevas funciones, y al llegar besó la tierra entre las manos del sultán, y recitó estas dos estrofas: ¡Para ti son nuevas las felicidades todos los días, y las prosperidades también! ¡Y el envidioso se consume de despecho! ¡Ojalá sean blancos para ti todos los días, y negros los días de todos los envidiosos!
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