efrit, pero creyente! Te transporté aquí durante tu sueño. Esta ciudad es El Cairo. Te he traído porque te quiero y desco favorecerte sin ningún interés, sólo por amor á Alah y por tu hermosura. Toma esta vela encendida, intérnate entre la muchedum- bre y marcha con ella hasta ese hammam que alli ves. De él la de salir una especie de jorobado á quien llevarán triunfalmente. ¡Siguele! Ve siempre á su lado, pues es el novio. Entrarás en el palacio con él, y al llegar á la gran sala de recepciones te colocarás á su derecha, como si fueses de la casa. Y cada vez que veas llegar ante vosotros un músi- co, una danzarina ó una cantora, métete la mano en el bolsillo, que ya cuidaré yo de que esté siem- pre lleno de oro, y cógelo á puñados sin vacilación alguna y arrojaselo á todos. Y no temas que se te acabe, que eso es cuenta mia. Obsequia, pues, eon puñados de oro á cuantos se te'acerquen. Aventú- rate y no te detengas ante nada. Confía en Alah que te creó tan hermoso y en mí que te estimo. Ade- más, todo lo que te suceda, te sucederá por la vo- luntad y el poder del Altísimo.» Y dichas estas pa- labras, el efrit desapareció.
Entonces Hassán Badreddin de Bassra dijo para si: «¿Qué querrá decir todo esto? ¿De qué favores me ha hablado este asombroso efrit?» Pero sin per- der más tiempo en estas preguntas, echó á andar, encendió su vela en la de un invitado, y llegó al hammam cuando el jorobado había acabado de ba- ñarse y salía á caballo con un traje magnifico.