otro, y tanto se parecen, que diriase que son her- manos, ó primos por lo menos. Y sería una lástima que el jorobado copulase á Sett El-Hosn. >> << Entonces contestó la efrita: «Razón tienes, her- mano mío. Llevemos en brazos á ese mancebo dor- mido y juntémoslo con la joven de quien hablas. Así haremos una buena obra, y veremos además cuál es más hermoso de los dos.» Y el efrit dijo: ¡Escucho y obedezco! Tus palabras están llenas de rectitud y de justicia. ¡Vamos, pues!» Y entonces el efrit se echó á cuestas al joven y comenzó á volar, seguido de cerca por la efrita, que le ayudaba para llegar antes, y ambos, de este modo, llegaron car- gados al Cairo con toda rapidez. Y alli soltaron al hermoso Hassán, dejándole dormido sobre el banco. de una calle próxima al palacio, que rebosaba de gente. Y entonces le despertaron. Hassán se despertó, y quedó en la más extrema perplejidad al no verse en Bassra, en la tourbeh de su padre. Y miró á la derecha. Y miró á la izquier- da. Y no conocía nada de aquello. Pues aquello era una ciudad, pero una ciudad muy distinta á la de Bassra. Tan sorprendido quedó, que abrió la boca para gritar; pero en seguida vió delante de sí á un hombre gigantesco y barbudo, que le guiñó el ojo para indicarle que no gritase. Y Hassán se contuvo. Y aquel hombre, que era el efrit, le presentó una vela encendida, y le mandó que se uniera á las mu- chas personas que llevaban velas encendidas para acompañar á la boda, y le dijo: «¡Sabe que soy un
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Apariencia