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Página:Las mil noches y una noche v2.djvu/54

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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

¡Miralos! ¡Ahí están, pegados uno a otro, cubiertos de bendiciones! ¡Sus manos y sus brazos les sirven de al- mohadas! ¡Cuando el mundo ve á dos corazones unidos por ar- diente pasión, trata de herirlos con el acero frio! ¡Pero tú no hagas caso! ¡Cuando el Destino pone una beldad á tu paso, es para que la ames y para que con ella únicamente rivast Y esto es todo lo que acaeció á Hassán Badred-. din y á Sett El-Hosn, la hija de su tio. El efrit, por su parte, se apresuró á ir en busca de su compañera la efrita, y uno y otra admiraron á los dos jóvenes dormidos, asistiendo antes á sus juegos y contando los ataques del ariete. Luego el efrit dijo á la efrita: «Habrás visto, hermana, que tenía yo razón. Ahora debes cargar con el joven y llevarlo al mismo sitio de donde lo cogi, al cemen- terio de Bassra, en la tourbeh de su padre Nureddin. Y hazlo pronto, que yo te ayudaré, pues ya apunta el día y no es posible que dejemos así las cosas.>> Entonces la efrita levantó al joven Hassán dormi- do, se lo echó á cuestas, sin más ropa que la cami- sa, porque el calzoncillo se le había caído en uno de sus embates, y voló con él, seguida de cerca por el efrit. De improviso, durante esta carrera por el aire, al efrit le asaltaron ideas lúbricas respecto á la efrita, y quiso violarla yendo cargada con el her- moso Hassán. Y la efrita no se hubiese opuesto en otra ocasión, pero ahora temía por el joven. Ade-