gracias que te afligen. Además, yo no tengo hijos, y me darás mucho gusto si quieres aceptarme por padre. Yo te adoptaría como hijo.» Y Hassán res- pondió: «¡Aceptado! ¡sea según tu deseo!>>
En seguida fué al zoco el pastelero, y compró trajes magnificos con que vestir al joven, y lo llevó á casa del kadí, y ante testigos prohijó á Hassán Badreddin.
Y Hassan permaneció en la pastelería como hijo del amo, y cobraba el dinero de los parroquianos, y les vendía pasteles, tarros de dulce, fuentes lle- nas de crema y toda la confitería famosa de Damas- co, y aprendió en seguida el oficio de pastelero, que le gustaba mucho, por las lecciones recibidas de su madre, la mujer del visir Nureddin, que preparaba pasteles y dulces delante de él cuando era niño.
Y como en toda la ciudad de Damasco fué elo- giada la hermosura de Hassán, el gallardo joven de Bassra, hijo adoptivo del pastelero, la tienda de Hadj Abdalá llegó á ser la más frecuentada de todas las pastelerías de Damasco.
¡Y esto fué todo lo de Hassán Badreddin! En cuanto á la recién casada Sett El-Hosn, hija del visir Chamseddin, he aquí lo que hubo de ocu- rrirle:
Cuando se despertó Sett El-Hosn, la mañana si- guiente á la noche de sus bodas, no encontró á su lado al hermoso Hassán; pero figurándose que ha- bría ido al retrete, le aguardó muy tranquila.
En aquel momento se presentó á saber de ella