á presentarse al sultán de Bassra, que le recibió con mucha amabilidad, preguntándole el motivo de su viaje. Y Chamseddin le relató toda la histo- ria, y le dijo que era hermano de su antiguo visir Nureddin. Y al oir el nombre de Nureddin exclamó el sultán: «¡Alah lo tenga en su gracia!» Y añadió: <<Efectivamente, Nureddin fué mi visir, y lo quise mucho, y murió hace quince años. Y dejó un hijo llamado Hassán Badreddin, que era mi favorito predilecto; mas un dia desapareció, y no hemos vuelto á saber de él. Pero en Bassra está todavía su madre, la esposa de tu hermano, é hija de mi antiguo visir, el antecesor de Nureddin. Esta noticia colmó de alegría á Chamseddin, que dijo: «¡Oh rey! ¡Quisiera ver á mi cuñada!» Y el rey lo consintió. Chamseddin corrió á casa de su difunto her- mano inmediatamente después de haber averigua- do las señas. Y no tardó en llegar, pensando du- rante todo el camino en Nureddin, muerto lejos de él, con la tristeza de no poder abrazarle. Y lloran- do, recitó estas dos estrofas: ¡Oh! ¡Vuelva yo á la morada de mis antiguas no- ches! ¡Logre yo besar sus paredes! ¡Pero no es el amor á estos muros de la casa que- rida el que me ha herido en mitad del corazón, sino el amor al que en ella vivía! Atravesó Chamseddin la puerta principal, lle-
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