antes de oir la continuación de su historia, pues realmente es una historia en extremo asombrosa y extraordinaria.»> Después el rey Schahriar y Schahrazada pasaron enlazados el resto de la noche, hasta que salió el sol. Inmediatamente el rey Schahriar fué á la sala de sus justicias, y se llenó el diván con la multitud de visires, chambelanes, guardias y gente de palacio. Y el rey juzgó y dispuso nombramientos y destitu- ciones, y gobernó y despachó los asuntos pendien- tes, hasta que hubo acabado el día. Y luego se levantó el diván, regresó el rey al pa- lacio, y cuando llegó la noche fué à buscar á Schah- razada, la hija del visir, y no dejó de hacer con ella su cosa acostumbrada. Y ERA LA 24, a NOCHE Y la joven Doniazada, en cuanto se hubo termi- nado la cosa, se apresuró á levantarse del tapiz y dijo á Schahrazada: «¡Oh hermana mía! Te suplico que termines ese cuento tan hermoso de la historia del bello Hassán Badreddin y de su mujer, la hija de su tío Chamsed- din. Estabas precisamente en estas palabras: <<La abuela lanzó una terrible mirada al eunuco Said, y le dijo...» ¿Qué le dijo?» Y Schahrazada, sonriendo á su hermana, repuso: «La proseguiré de todo corazón y buena voluntad, pero no sin que este rey tan bien educado me lo permita.»
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