«¿Por qué?» La reina dijo: «Porque no quiere cacarse mas que con un hombre que tenga en las manos un oficio.» El rey dijo: «Tiene razón. Pero el príncipe cayó enfermo al saberlo.
Entonces el rey se levantó y mandó buscar á todos los jeques de las corporaciones; y cuando estuvieron todos entre sus manos, dijo al primero, que era el jeque de los carpinteros: «¿En cuánto tiempo enseñarías tu oficio á mi hijo?» El otro contestó: «Nada más que en dos años, pero no en menos.» El rey dijo: «Está bien. ¡Échate á un lado!» Luego se encaró con el segundo, que era el jeque de los herreros, y le dijo: «¿En cuánto tiempo enseñarías tu oficio á mi hijo?» El otro contestó: «Necesito un año, día tras dia.» El rey le dijo: «Está bien. ¡Échate á un lado!» Y de tal suerte interrogó á todos los jeques de las corporaciones, que exigieron unos un año, otros dos, y otros tres ó hasta cuatro años. Y no sabía el rey por cuál decidirse, cuando vió que detrás de todos alguien saltaba y se inclinaba, y hacia señas con los ojos y con el dedo alzado. Y le llamó, y le preguntó: «¿Por qué te estiras y te agachas?» El aludido contestó: «Para hacerme notar por nuestro amo el sultán, pues soy pobre, y los jeques de las corporaciones no me han advertido de su llegada aquí. Y yo soy tejedor, y enseñaré mi oficio á tu hijo en una hora de tiempo.»
Entonces el rey despidió á todos los jeques de las corporaciones, y retuvo al tejedor, y le llevó seda de diferentes colores y un telar, y le dijo: «En-