Y el rey quedó asombrado al oír estas palabras, y se encaró con el adolescente real, y le preguntó: «¿Es verdad lo que dice?» El interpelado contestó: «¡Si, es verdad! ¡Y si no me quieres por yerno, fácil es remediarlo, porque tu hija todavía está virgen!» Y el rey le besó y le estrechó contra su corazón. Luego hizo celebrar sus nupcias con la joven. Y al llegar la penetración, el adolescente se portó tan bien, que impidió para siempre á su joven esposa agriarse y tener la sangre revuelta.
Tras de lo cual regresó con ella al reino de su padre á la cabeza de un ejército numeroso. Y se encontró con que su padre había muerto, y que la mujer de su padre dirigía los asuntos del reino, de acuerdo con aquel maldito médico judío. Entonces los hizo prender á ambos, y los empaló encima de una hoguera. Y se consumieron en el palo. ¡Y se acabó lo concerniente á ellos!
¡Loores á Alah, que vive sin consumirse nunca!»
Y el sultán Baibars, al oír esta historia del capitán Salah Al-Din, dijo: «¡Qué lástima que no quede ya nadie que me cuente historias parecidas á ésta!» Entonces avanzó el duodécimo capitán de policía, llamado Nassr Al-Din, quien, tras de los homenajes al sultán Baibars, dijo: «Yo no he dicho nada todavía, ¡oh rey del tiempo! ¡Y por cierto que después de mi nadie dirá ya nada, porque nada habrá que decir ya!» Y Baibars se puso contento, y dijo: «¡Da lo que tienes!» Entonces dijo el capitán: