haschachín miraban, riendo hasta el fondo de su gaznate. Y el camello metió sus dos patas delanteras en el cubo. Y entonces el vendedor de haschich le pegó, gritándole: «Recula, ¡oh alcahuete!» Y al oír esto, el camello levantó sus otras dos patas, y se sumergió de cabeza en el agua del cubo, y no volvió á aparecer.
Al ver aquello, el vendedor de haschich se golpeó las manos una contra otra y se puso á gritar: «¡Oh musulmanes! ¡socorro! ¡que el camello se ha ahogado en el cubo!» Y mientras gritaba así, mostraba la cuerda que se le había quedado en las manos.
Y se reunió gente de todos los puntos del zoco, y le dijeron: «Cállate, ¡oh hombre! ¡estás loco! ¿Cómo va á ahogarse un camello en un cubo?» El vendedor de haschich les contestó: «¡Marchaos! ¿Qué hacéis aquí? Os digo que se ha ahogado de cabeza en el cubo. ¡Y aquí está su cuerda, que se me ha quedado en las manos! Preguntad á los honorables que están sentados en mi casa, á ver si digo la verdad ó si miento.» Pero los mercaderes sensatos del zoco le dijeron: «Tú y los que están en tu casa no sois mas que haschachin sin crédito.»
Mientras disputaban de tal suerte, el maghrebín, que había advertido la desaparición del príncipe y de la princesa, fué presa de un furor sin límites, y se mordió un dedo y se lo arrancó, diciendo: «¡Por Gogg y por Magogg, y por el fuego de los astros giratorios, que los atraparé, aunque