estén en la séptima tierra!» Y corrió primero á la ciudad del Avispado; y entró precisamente en el fragor de la disputa entre los haschachin y las gentes del zoco. Y oyó hablar de cuerda y de camello, y de cubo que había servido de mar y de tumba; y se acercó al vendedor de haschich y le dijo: «¡Oh pobre! ¡Si has perdido tu camello, estoy dispuesto á indemnizarte de él, por Alah! Dame lo que de él te queda, ó sea esa cuerda, y te daré lo que te ha costado, mas cien dinares de propina para ti.» Y quedó ultimado el trato en aquella hora y en aquel instante. Y el maghrebin cogió la cuerda del camello y se marchó, saltando de alegria.
Y he aquí que aquella cuerda tenía el poder de atraer. Y el maghrebin no necesitó mas que mostrársela desde lejos al joven príncipe, para que éste fuese al punto por sí mismo á engancharse la cuerda á su propia nariz. Y en seguida quedó convertido en camello de carrera, y se arrodilló ante el maghrebin, que se le montó al lomo.
Y el maghrebin le guió en dirección á la ciudad donde habitaba la princesa. Y pronto llegaron al pie de los muros del jardín que rodeaba el palacio del padre de la joven. Pero en el momento en que el maghrebin manejaba la cuerda para que se arrodillase el camello y apearse, el Avispado pudo atrapar la cuerda con los dientes, y la cortó por la mitad. Y el poder que tenía la cuerda se destruyó con aquel corte. Y el Avispado, para escapar del maghrebin, se convirtió en una granada grande,