lla favorita, encargándole entregara ambos objetos entre las propias manos del joven príncipe. Y la joven, en un abrir y cerrar de ojos, llegó junto á Nurgihán, y le encontró sentado y en actitud de soñar con su señora Cara de Lirio. Y después de las zalemas respetuosas, le entregó la carta y el anillo de que la encargó la confianza de la princesa. Y Nurgihán, en el límite de la emoción, reconoció el anillo. Y abrió la carta y leyó lo que sigue:
«Después de la alabanza al Ser libre del «cómo» y del «porqué», que ha dado á las vírgenes la gracia y la belleza, y á los jóvenes los ojos negros de la seducción, encendiendo en el corazón de unos y
otros la lámpara del amor, adonde va á abrasarse la cordura como una mariposa.
»He aquí que me muero de amor por tus ojos lánguidos y que el fuego de la pasión me devora por dentro y por fuera. ¡Ah! ¡cuán falso es el proverbio que dice: «Los corazones se entienden!» Porque yo me consumo y tú no sabes nada. ¿Qué respuesta me darías si te preguntara por qué me has asesinado con tu apostura encantadora?
»Pero no escribas más, ¡oh cálamo mío! que bastante me he entregado ya á un dolor amoroso.»
Con la lectura de esta carta, el fuego del amor chispeó bajo la ceniza del corazón de Nurgihán, é impaciente como el mercurio, tomó en su mano cálamo y papel y contestó con las líneas siguientes: