pescar y el cesto. Y en ese caso, aunque no cojamos mas que dos peces, los venderemos y tendremos cena.» Y el pescador dijo: «¡Está bien!» Y se levantó, y su mujer echó á andar detrás de él con el cesto y la red de pescar. Y llegaron á la orilla del mar, á un paraje abundante en pescado, que se hallaba al pie del palacio del sultán.
Y he aquí que aquel día precisamente el sultán estaba asomado á la ventana y miraba al mar. Y divisó á la hermosa mujer del pescador, y recreó en ella sus ojos, y se enamoró de ella en el mismo momento. Y en el acto llamó á su gran visir, y le dijo: «¡Oh visir mío! Acabo de ver á la mujer de ese pescador que está ahí, y estoy prendado de ella apasionadamente, porque es hermosa y no tiene quien la iguale de cerca ni de lejos en mi palacio.» Y el visir contestó: «Se trata de un asunto delicado, ¡oh rey del tiempo! ¿Qué vamos á hacer, pues?» Y el sultán contestó: «No hay que vacilar; es preciso que hagas prender al pescador por los guardias de palacio, y que le mates. Entonces yo me casaré con su mujer.» Y el visir, que era hombre juicioso, le dijo: «No es lícito que le mates sin delito por parte suya, pues la gente hablará mal de ti. Se dirá, por ejemplo: «El sultán ha matado á ese pobre pescador á causa de su mujer.» Y el rey contestó al visir: «¡Es verdad, ualahi! ¿Qué tengo que hacer, pues, para satisfacer mi deseo con esa hermosa sin par?» Y el visir dijo: «Puedes conseguir tu propósito por medios lícitos. Ya sabes, en efecto, que la sala de