«Has de saber, pues, ¡oh rey del tiempo! que,
gracias á la bendición, el pescador y su hermosa
mujer tuvieron un niño varón. Y sus padres llamaron á aquel niño varón Mohammad el Avispado, en recuerdo del chico de mantillas que un día les sacó de apuros. Y aquel niño era tan hermoso como su madre.
Y el sultán tenía también un hijo de la edad del hijo del pescador; pero estaba aquejado de fealdad, y su color era el color de los hijos de felahs.
Ambos niños iban á la misma escuela para aprender á leer y á escribir. Y cuando el hijo del rey, que era un perezoso inferior, veía al hijo del pescador, que era un estudioso superior, le decía: «¡Hola, sea dichosa tu mañana, hijo del pescador!» Y le llamaba así para humillarle. Y Mohammad el Avispado contestaba: «¡Y sea dichosa tu mañana, ¡oh hijo del sultán! y blanquee tu rostro, que está tan negro como las correas de los zuecos viejos!» Y ambos niños continuaron así yendo juntos á la escuela en el transcurso de un año, saludándose siempre de aquella manera. Así es que, por fin, el hijo del sultán, enfadado, fué á contar la cosa á su padre, diciéndole: «El hijo del pescador, ese perro,