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Página:Las mil noches y una noche v23.djvu/119

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LOS TRAGALUCES DEL SABER...

Un notable de la ciudad había invitado á algunos amigos, y se regalaba en compañía de ellos con un plato de pescado maravillosamente condimentado. Y he aqui que á la puerta se oyó la bien conocida voz de Tofail, que hablaba al esclavo portero. Y uno de los convidados exclamó: «¡Alah nos preserve del tragaldabas! Ya conocéis todos la inusitada capacidad de Tofail. Apresurémonos, pues, á preservar de sus dientes estos hermosos pescados y á ponerlos en seguridad en un rincón de la estancia, sin dejar en el mantel mas que estos pececillos. Y cuando haya devorado los pequeños, como no le quedará ya nada que tragar, se marchará y nos regalaremos con los peces grandes.» Y se apresuraron á apartar los peces grandes.

Y entró Tofail, y sonriente y lleno de soltura, dirigió la zalema á todo el mundo. Y después del bismilah, tendió la mano al plato. Pero el caso es que no contenía mas que pescado menudo de mal aspecto. Y le dijeron los convidados, encantados de la jugarreta: «¡Eh, maese Tofail! ¿qué te parecen esos peces? No tienes cara de encontrar el plato completamente de tu gusto.» El aludido contestó: «Hace tiempo que no me hallo en buenas relaciones con la familia de los peces y estoy muy furioso con ellos. Porque á mi pobre padre, que murió ahogado en el mar, se lo comieron.» Y le dijeron los convidados: «Muy bien; pues aquí tienes una excelente ocasión de aplicar la pena del talión por lo de tu padre, comiéndote ȧ tu vez esos pesca-