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Página:Las mil noches y una noche v23.djvu/12

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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

por ti mi vida y á compartir tu suerte, sea cual sea. Pero ¡por mi vida sobre ti! no ocultes nada á la hija de tu tío. Dime, pues, por favor, á fin de que lo guarde en lo más secreto de mi corazón, por qué motivo no ha llegado todavía esa gran caravana de que están hablando siempre mi padre y su visir. Y si tienes cualquier vacilación ó cualquier duda sobre el particular, confíate á mí con toda sinceridad, y yo me dedicaré á buscar la manera de alejar de tí todo sinsabor.» Y tras de hablar así, le besó y le estrechó contra su pecho, y se dejó derretir en sus brazos. Y Maruf de pronto se echó á reir á carcajadas, y contestó: «¡Oh querida! ¿por qué andar con tantos rodeos para preguntarme una cosa tan sencilla? Porque estoy dispuesto á decirte la verdad, sin poner dificultad alguna, y á no ocultarte nada.»

Y se calló por un instante para tragar saliva, y prosiguió: «Has de saber, en efecto, ¡oh querida mía! que no soy mercader, ni dueño de caravanas, ni poseedor de riqueza alguna ú otra calamidad parecida. Porque en mi país no era yo mas que un pobre zapatero remendón, casado con una apestosa mujer llamada Fattumah la Boñiga caliente, que era un emplasto para mi corazón y un azote negro para mis ojos. Y me sucedió con ella tal y cual cosa.» Y se dedicó á contar á la princesa toda la historia de lo que le pasó con su esposa de El Cairo, y lo que le ocurrió como consecuencia del incidente de la kenafa hilada con miel de abejas. Y no le ocultó nada, y no omitió ningún detalle de