cuanto le había sucedido á partir de aquel momento hasta su naufragio y el encuentro con su camarada de infancia, el generoso mercader Alí. Pero no hay utilidad en repetirlo.
Cuando la princesa hubo oído el relato de aquella historia de Maruf, se echó á reir de tal manera, que se cayó de trasero. Y Maruf también se echó á reir, y dijo: «Alah es el Dispensador de los destinos. Y tú estabas escrita en mi suerte, ¡oh dueña mía!» Y ella le dijo: «En verdad ¡oh Maruf! que estás ducho en astucias, y nadie puede compararse á ti en listeza, en sagacidad, en delicadeza y en buen humor. Pero ¿qué dirá mi padre, y sobre todo qué dirá su visir, enemigo tuyo, si llegan á saber la verdad de tu historia y la invención de la caravana? Indudablemente, te harán morir; y yo moriré de dolor junto á ti. Por lo pronto, pues, vale más que abandones el palacio y te retires á cualquier país lejano, mientras yo veo la manera de arreglar las cosas y explicar lo inexplicable.» Y añadió: «Por consiguiente, toma estos cincuenta mil dinares que poseo, monta á caballo y vete á vivir en un paraje escondido, dándome á conocer tu retiro, á fin de que á diario pueda yo despacharte un correo que te dé noticias mías y me las traiga tuyas. Y ese es ¡oh querido mío! el partido mejor que podemos tomar en esta ocasión.» Y Maruf contestó: «En ti confío, ¡oh dueña mía! y me pongo bajo tu protección.» Y ella le besó é hizo con él la cosa acostumbrada basta media noche.