Alah prolongue tus días, pues tu hermano acaba de expirar»...
En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente.
PERO CUANDO LLEGÓ LA 984,a NOCHE
Ella dijo:
«¡Oh mi señor! ¡toda vida tiene su destino y toda existencia su término! Alah prolongue tus días, pues tu hermano acaba de expirar.» Y dijo Al-Ra- chid: «Alah le tenga en su piedad.» Y se apresuró á ponerse en marcha, ya sin temor ni preocupa- ción, entró en el cuarto de su madre, que exclamó al verle: <¡Alegría y dicha! ¡Dicha y alegria al Emir de los Creyentes!» Y se puso de pie y le echó el manto califal, y le entregó el cetro, el sello su- premo y las insignias del poderío. Y en el mismo momento entró el jefe de los eunucos del harén, que dijo á Al-Rachid: «¡Oh señor nuestro! recibe una noticia dichosa, pues acaba de nacerte un hijo de tu esclava Marahil.» Y Harún entonces dejó exte- riorizarse su doble júbilo, y dió á su hijo el nombre de Abdalah, con el sobrenombre de Al-Mamún.
Y antes del nuevo día fueron conocidos por la población de Bagdad la muerte de Al-Hadi y el ad-