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Página:Las mil noches y una noche v23.djvu/20

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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

zoco estás hablando, ¡oh mi señor! ¿Acaso un miserable villorrio como el nuestro, cuyas casas son de boñiga de vaca, posee un zoco ni nada que de cerca ó de lejos se parezca á un zoco? Nosotros no tenemos negocios de compra y venta; y cada uno se arregla para vivir con lo poco que posee. Así, pues, te suplico, por Alah y por el Profeta bendito, que pares en mi casa para complacerme y dar gusto á mi espíritu y á mi corazón. Y en seguida iré al pueblo y tardaré menos aún en volver.» Entonces Maruf, al ver que no podía rehusar la oferta de aquel pobre felah sin apenarle y disgustarle, se apeó del caballo, y fué á sentarse á la entrada de la choza de boñiga seca, en tanto que el felah, echando á correr inmediatamente en dirección al pueblo, no tardaba en desaparecer á lo lejos.

Y mientras esperaba á que volviese el otro con las provisiones, Maruf empezó á reflexionar y á decirse: «He aquí que he sido causa de ajetreo y molestia para ese pobre, á quien me parecía yo en un todo cuando no era mas que un miserable zapatero remendón. Pero, por Alah, quiero reparar en la medida de mis fuerzas el daño que le causo al dejarlo que abandone así su trabajo. Y para empezar, voy á tratar de labrar ahora mismo en lugar suyo, haciendo que de tal suerte gane el tiempo que por mí pierde.»

Y se levantó en aquella hora y en aquel instante, y vestido con sus ropas doradas de mameluco real, echó mano al arado é hizo avanzar á la yunta