Prefiero perder la vida á renunciar á Giafar y á mis derechos sobre él.»
La desconsolada Itabah tuvo, pues, que ceder ante tales extremos, pensando que, después de todo, era preferible que la cosa se llevase á cabo por mediación suya, en las mejores condiciones de seguridad. Prometió, por tanto, su concurso á Abbassah para ver si obtenía éxito aquel complot tan inocente y tan peligroso. Y fué á anunciar sin tardanza á su hijo Giafar que pronto le mandaría una esclava que no tenia igual en gracia, en elegancia y en belleza. Y le hizo una descripción tan entusiasta de la joven, que solicitó él calurosamente para cuanto antes el don que habíale prometido. Y tan bien se ingenió Itabah, que Giafar, enloquecido de deseo, se dedicó á esperar la noche con una impaciencia sin precedente. Y su madre, al verle en sazón, envió á decir á Abbassah: «Prepárate para esta noche.»
Y Abbassah se preparó, y se adornó con atavíos y alhajas, á la manera de las esclavas, y fué á casa de la madre de Giafar, quien, á la caída de la noche, la introdujo en el aposento de su hijo.
Y he aquí que, un poco aturdido por la fermentación de los vinos, Giafar no advirtió que la joven esclava que estaba de pie entre sus manos era su esposa Abbassah. Y además, tampoco tenía muy fijos en su memoria los rasgos de Abbassah. Porque hasta entonces no había hecho mas que entreverla en sus conversaciones comunes con el califa; y por