sublimado, áloe, almizcle indio, nadd y ámbar gris, y los habitantes se teñían frescamente las manos con alhe- ña y el rostro con azafrán, y los atambores, las flautas, los clarinetes, los pífanos, los platillos y los tímpanos hacían resonar el aire como en los días de fiestas ma- yores.
Y después de las expansiones propias del encuentro, y mientras se daban regocijos y festines enteramente á costa del tesoro, el rey Schahriar llamó aparte á su her- mano el rey Schahzamán, y le contó cuanto en aquellos tres años le había sucedido con Schahrazada, la hija del visir. Y le dijo en resumen todo lo que de ella había aprendido y oído en máximas, palabras hermosas, his- torias, proverbios, crónicas, chistes, anécdotas, rasgos encantadores, maravillas, poesías y recitados. Y le ha- bló de su belleza, de su cordura, de su elocuencia, de su sagacidad, de su inteligencia, de su pureza, de su piedad, de su dulzura, de su honestidad, de su ingenui- dad, de su discreción y de todas las cualidades de cuerpo y alma con que la había adornado sú Creador. Y aña- dió: «¡Y ahora es mi esposa legítima y la madre de mis hijos!»
¡Eso fué todo! Y el rey Schahzamán se asombraba prodigiosamente y se maravillaba hasta el límite de la maravilla. Luego dijo al rey Schahriar: «¡Oh hermano mío! siendo así, yo también quiero casarme, Y tomaré por esposa á la hermana de Schahrazada, á esa peque- ñuela cuyo nombre no conozco. Y así seremos dos her- manos carnales casados con dos hermanas carnales. >> Luego añadió: «Y de ese modo, con dos esposas seguras y honradas, olvidaremos nuestra desgracia anterior. Pues, por lo que respecta á la antigua calamidad con- sabida, empezó por alcanzarme á mí el primero; des-