PERO CUANDO LLEGÓ LA 968.ª NOCHE |
...y fué á buscar sus dos gallinas, para degollarlas y ofrecérselas al sultán asadas con manteca de vaca.
Pero Maruf le vió y le llamó. Y dijo al propio tiempo á los esclavos que le servían: «¡Traédmele!» Y los esclavos corrieron tras el felah, y le transportaron al pabellón con su escudilla de lentejas, sus cebollas, su pan negro y su saco de á celemín. Y Maruf se levantó en honor suyo y le abrazó y le dijo: «¿Qué llevas ahí, ¡oh hermano mío de miseria!?» Y el pobre felah se asombró prodigiosamente de ser tratado tan afectuosamente por un hombre de aquella importancia, y de oírle hablar en aquel tono y llamarle su «hermano de miseria». Y se dijo: «Si éste es un pobre, ¿qué seré yo entonces?» Y le contestó: «Te traigo la comida de la hospitalidad, ¡oh mi señor! y la ración de tu caballo. ¡Pero te ruego excuses mi ignorancia! Porque si hubiese sabido que eras el sultán, no habría vacilado en sacrificar en tu honor las dos gallinas que poseo y asártelas con manteca de vaca. Pero la miseria torna ciego al hombre y le quita toda perspicacia.» Y bajó la cabeza, en el límite de la vergüenza y