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Página:Las mil noches y una noche v23.djvu/57

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HISTORIA DEL PASTEL HILADO...

su parte, Rabiah reconoció á Doreid, y ante tal ad- versario, se arrepintió en el alma de la impruden- cia que había cometido al no apropiarse la lanza de su último agresor. Sin embargo, esperó á Doreid erguido en su silla y empuñando el asta rota de su lanza.

Y de una ojeada comprendió Doreid el estado de inferioridad de Rabiah, y la grandeza de su alma le incitó á dirigir estas palabras al héroe Fi- racida: «¡Oh padre de los jinetes de los Bani-Firás! á hombres como tú no se les mata ciertamente. Sin embargo, mis gentes, que baten el país, querrán vengar en ti la muerte de sus hermanos, y como estás desarmado, solo y tan joven, toma mị lanza. En cuanto á mí, me vuelvo para quitar á mis com- pañeros la idea de perseguirte. >>

Y Doreid regresó á galope junto à sus gentes, y les dijo: «El jinete ha sabido defender á su dama. Porque ha matado á nuestros tres hombres y, ade- más, me ha enganchado la lanza. ¡En verdad que es un rudo campeón á quien no hay ni que soñar en atacar!>>

Y volvieron bridas y regresaron todos, sin raz- zia, á su tribu.

Y pasaron los años. Y Rabiah murió, como mueren los caballeros irreprochables, en un en- cuentro sangriento con los de la tribu de Doreid. Y para vengarle, una tropa de Firacidas partió en nueva razzia contra los Bani-Jucham. Y cayeron inopinadamente de uccie sobre el campamento, y