lante, erguido sobre un pecho comparable á los pechos magníficos de nuestras estatuas de marfil!
¡Dos brazos llenos de carne firme, deliciosos de ro- bustez; dos antebrazos en los que no se adivina el hueso, en los que no se tocan venas; falanges y dedos que rubo- rizarían de envidia á los dátiles en las ramas!
¡Un vientre lujuriante, de pliegues delicados y jun- tos, como el papel plegado en dobleces menudos, y dis- puestos en torno del ombligo, cajita de marfil donde se guardan los perfumes!
¡La espalda! ¡qué gracioso surco el de esta espalda que termina en un talle tan esbelto, joh, si! tan frágil, que ha sido preciso todo el poder de la divinidad para mantener sujeta á él esa grupa tan considerable!
¡Hela aqui! ¡magnífica muchacha á quien, cuando se levanta, la obligan á sentarse sus pesadas caderas, y cuando se sienta, su grupa opulenta rebota y la obliga á ponerse de pie! ¡Oh! ¡qué dos monticulos tan encanta- dores y arenosos!
¡Y todo esto lo soportan dos columnas de gloria muy erguidas, bien torneadas, tallos de perlas sobre dos ta- Пlos de papiro finamente aterciopelados por un vello mo- reno, y todo pesa sobre dos piececitos maravillosos, afi- lados y finos cual dos lindas puntas de lanza!
¡Oh! Igloria á la divinidad! ¿Cómo dos bases tan de- licadas tienen fuerza para soportar todo el conjunto de arriba?
¡Id, oh amigos míos, á saludar á la bella Solamida Tumadir, y saludad de nuevo á mi linda gacela de no- ble origen!