sentimiento, que dejo á su albedrio.» Y Doreid le dió las gracias por lo que se prestaba á hacer; y Amr entró en el cuarto de su hija y le dijo: «Khansa: un valeroso jinete, un noble personaje, jefe de los Bani-Jucham, hombre venerado por su gran edad y su heroismo, Doreid, en fin, el noble Doreid, hijo de Simmah, de quien conoces odas guerreras y her- mosos versos, viene á mi tienda para pedirte en matrimonio. Se trata, hija mía, de una alianza que nos honra. Aparte de esto, no he de influir en tu de- cisión.» Y Tumadir contestó: «Padre mío, déjame algunos días de plazo para que, antes de contestar, pueda consultar conmigo misma.»>
Y el padre de Tumadir volvió ante Doreid, y le dijo: «Mi hija Khansa desea esperar un poco antes de dar una respuesta definitiva. Espero, sin embar- go, que aceptará tu alianza. Ven, pues, dentro de unos días.» Y Doreid contestó: «Conforme, ¡oh pa- dre de los héroes!» Y se retiró á la tienda puesta á su disposición.
Y he aquí que, en cuanto se alejó Doreid, la bella Solamida mandó que le siguiera los pasos una de sus servidoras, diciéndole: «Ve á vigilar á Do- reid, y siguele cuando se separe de las tiendas para hacer sus necesidades. Y mira bien el chorro, y fí- jate en la fuerza que tiene y en la huella que deje en la arena. Y por ello juzgaremos si se halla toda- vía con vigor viril. »
Y la servidora obedeció. Y fué tan diligente, que al cabo de algunos instantes estaba de vuelta