griento con la tribu enemiga de los Murridas, un hermano de Tumadir, el valeroso jinete Moawiah, pereció á manos de Haschem, jefe de los Murridas y padre de la bella Asma, á la que en otra ocasión habia ofendido aquel mismo Moawiah. Y precisamente aquella muerte de su hermano la deploró Tumadir en el canto fúnebre siguiente, cuyo aire se salmodiaba con el compás del primer bordón y en la tónica de la cuerda del dedo anular:
¡En adelante, entre ella y él estará el velo que ya no se descorre, la tierra reciente de la tumba!
¡Oh hermano mio! ¡partiste para la acequia de cuya agua gustarán todos un dia la amargura! ¡Marchaste puro alli, diciendo: «Más vale morir: la vida no es mas que un vuelo de abejorros sobre la punta de una lanza»!
¡Mi corazón recuerda, ¡oh hijo de mi padre y de mi madre! y me abato como la hierba en estio! ¡Me encierro en la consternación!
¡Ha muerto el que era escudo de nuestras tribus y sostén de nuestra casa; ha partido para una calamidad!
¡Ha muerto el que era faro y modelo de los hombres más valientes; quien era para ellos como las hogueras encendidas, como las cimas de las montañas!
¡Ha muerto el que montaba en yeguas preciosas, deslumbrando con sus vestiduras!
¡El héroe de largo tahali, que era rey de nuestras