ción anual de sus poesías ante todas las tribus de Arabia, fueron interrogados acerca del mérito de Tumadir El-Khansa, y contestaron con unanimidad: «¡Supera en poesía á los hombres y á los genn!»
Y Tumadir vivió hasta después de la predicación del Islam bendito en Arabia. Y en el año ocho de la hégira de Sidna-Mahomed (con Él la plegaria y la paz) fué con su hijo Abbas, que entonces era jefe supremo de los Solamidas, á someterse al Profeta, y se ennobleció con el Islam. Y el Profeta la trató con honores, y quiso oirla recitar sus versos, aunque no apreciaba á los poetas. Y la felicitó por su inspiración poética y por su fama. Y por cierto que repitiendo un verso de Tumadir fué como dejó ver que no sentía la medida prosódica. Porque falseó la extensión de aquel verso, transportando á otro las dos últimas palabras. Y el venerable Abu-Bekr, que escuchaba esta ofensa á la regularidad métrica, quiso rectificar la posición de las dos últimas palabras trastrocadas; pero el Profeta (con Él la plegaria y la paz) le dijo: «¿Qué importa? Es lo mismo.» Y Abu-Bekr contestó: «En verdad ¡oh Profeta de Alah! que justificas por completo estas palabras que Alah te ha revelado en su santo Korán: «No hemos enseñado á nuestro Profeta la versificación: no la necesita. ¡El Korán, lectura sencilla y clara, es la enseñanza!»
¡Pero Alah es más sabio!»