ron en un abrir y cerrar de ojos, y arrojando á lo lejos trajes y cotas de malla, se precipitaron, con los brazos hacia adelante, una en medio del ala derecha del ejército bekrida, y la otra en medio del ala izquierda, estremecidas y enteramente des- nudas, conservando sólo en la cabeza sus orna- mentos de color verde. Y cada cual clamó con toda su voz en la refriega un canto de guerra improvi- sado, que desde entonces se canta con el ritmo ramel pesado y en la tónica de la cuerda media del tetracordio, faltando el segundo ritmo medido sordamente por el daff.
He aquí primero el canto de guerra de Ofairah los Soles:
¡Al enemigo! ¡al enemigo! ¡al enemigo!
¡Encended la batalla, hijos de Bekr y de Zimmán,
azuzad la pelea!
¡Las alturas están inundadas de escuadrones sal-
rajes!
¡Adelante, pues! ¡al enemigo, al enemigo!
¡Honores, honores à quien esta mañana se vista con
el manto rojo!
¡Vamos, guerreros nuestros! ¡Caed sobre ellos, y os
abrazaremos con toda la fuerza de nuestros brazos!
¡Aseméjense las heridas, anchurosas, á la abertura
del vestido de una loca furiosa!
¡Y os prepararemos una cama con muelles cojines!
¡Pero, si retrocedeis, huiremos de vosotros como de
hombres indignos de amor!