PERO CUANDO LLEGÓ LA 978.a NOCHE
Ella dijo:
...¡Oh hermanas mías! ¡Alah el Altisimo nos conserve al Profeta bendito! Me es más caro que la sangre de mi padre y de mi madre. Pero mi boca no es lo bastante pura, ciertamente, para cantar sus alabanzas. Por eso me contentaré con repetiros sólo lo que una vez me dijo con respecto á nosotras, las mujeres, que en la gehenna somos los tizones más numerosos que el fuego devora. En efecto, un día en que yo le rogaba me diera consejos y pala- bras que me encaminasen al cielo, me dijo:
«¡Oh Aischah, mi querida Aischah! Ojalá las mu- jeres de los musulmanes se observaran y velaran por sí mismas, tuvieran paciencia en la pena, agra- decimiento en el bienestar, dieran á sus maridos numerosos hijos, los rodearan de consideraciones y cuidados, y no desdeñaran nunca los beneficios que Alah prodiga por mediación de ellos. Porque ¡oh mi bienamada Aischah! el Retribuidor niega su misericordia á la mujer que ha desdeñado sus bondades. Y la que, fijando miradas insolentes en su marido, diga delante ó detrás de él: «¡Qué cara tan fea tienes! ¡qué repugnante eres, antipático ser!», á esa mujer ¡oh Aischah! le torcerá los ojos