PERO CUANDO LLEGÓ
LA 132.ª NOCHE
Ella dijo:
.. Y el baño habia dado mayor esplendor à la belleza de los jóvenes y más frescura á su tez, y el anciano los comparó, dentro de su alma, con dos cervatillos esbeltos y gentiles. Y vió cuán sonrosa- das tenían ahora las mejillas, cuánto se habían os- curecido sus ojos, y cómo se habían iluminado sus semblantes. Y al contemplarlos tan tiernos como dos ramas á las que dan color sus frutos, ó cual dos lunas blancas y delicadas como la leche, pensó en estos versos del poeta:
Sólo con tocar su mano me estremezco, y todos mis sentidos se excitan! ¿Qué me pasaría si viese su cuerpo, donde se unen la limpidez del agua y el oro de la luz?
Corrió, pues, á su encuentro, y les dijo: «¡Oh mis hijos! ¡ojalá os haya deleitado el baño! ¡Nunca os prive de él Alah y os lo renueve eternamente!» Y el príncipe, con un ademán encantador y una voz muy afable, contestó: «¡Habríamos deseado compartir contigo ese placer!» Y ambos le atendieron respe- tuosamente, y por deferencia á su edad y á su ca-