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Página:Las mil noches y una noche v5.djvu/160

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LAS MIL NOCHES Y UNA NOCHE

tegoría, fueron delante de él, abriéndole camino y dirigiéndose hacia la tienda.

Ahora bien; como iban delante los dos jóvenes, el jeque pudo observar cuán graciosamente cami- naban y cómo oscilaban sus caderas por debajo de la ropa, estremeciéndose al compás de los pasos. Entonces, no pudiendo reprimir sus arranques, le centellearon los ojos, resolló, sopló y recitó estas estrofas de complicado sentido:


¡No es asombroso que al contemplar las formas que encantan á nuestro corazón las veamos estremecerse, aunque sean macizas!

¡Todas las esferas del cielo vibran al girar, y todos los globos se estremecen con el movimiento!


Pero los dos jóvenes, aunque oyeron estos ver- sos, no podían acertar su sentido ni sospechar la lu- juria del jeque. ¡Al contrario! Creyeron ver en ellos una delicada alabanza hacia sus personas, y se lo agradecieron mucho, y á la fuerza quisieron llevar- le con ellos al hammam, por ser aquella la mayor muestra de amistad. Y el viejo, después de oponer por pura fórmula algunos obstáculos, aceptó, echan- do chispas de deseo dentro de su alma, y empren- dió con ellos nuevamente el camino del hammam.

Cuando hubieron entrado, los vió el visir, que se estaba secando en una de las salas, y corrió hacia el estanque, en el cual se habían parado, é invitó al jeque á entrar en el cuarto de él. Pero