asceta en la entrada de la gruta, asiendo de los ca- bellos una cabeza cortada, cuyos ojos se movian convulsos. Y era la cabeza del general en jefe del ejército cristiano, guerrero muy terrible. Los dos hermanos se pusieron de pie y gritaron: <<¡Gloria á Alah, que te ha salvado, joh santo as- ceta! y te ha devuelto a nuestra veneración!»> En- tonces aquella maldita repuso: «¡Oh mis queridos hijos! Quise morir en la pelea, y me arrojé entre los combatientes; pero los infieles me respetaban y apartaban sus aceros de mi pecho. Entonces apro- veché esta confianza para acercarme á su jefe, y de un solo sablazo, con auxilio de Alah, le corté la ca- beza. ¡Y esa cabeza os la traigo aqui, para alenta- ros contra ese ejército sin jefe! En cuanto á mí...>> En este momento de su narración, Schahrazada vió aparecer la mañana, y se calló discretamente. PERO CUANDO LLEGÓ LA 97,a NOCHE Ella dijo: He llegado á saber, ¡oh rey afortunado! que la vieja Madre de todas las Calamidades prosiguió de este modo: «En cuanto á mí, me marcho corriendo hasta los muros de Constantinia, y os enviaré re- fuerzos que os saquen de entre las manos de esos TOMO V 2 Biblioteca Valenciana (Generalitat Valenciana)
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