los cuervos y los buitres.» Y el rey dijo: «¡Verda- deramente, mi visir, has contestado de acuerdo con mi parecer!» Y en seguida mandó anunciar á todo el campamento, por medio de los pregoneros, que al cabo de tres días se verificaría la partida.
Y en efecto, al tercer dia se levantó el campo, y el ejército tomó el camino de Bagdad con las banderas desplegadas y haciendo sonar las trompe- tas. Y pasados dias y noches, llegó á la Ciudad de Paz, donde le recibieron con grandes transportes de alegría todos los habitantes.
En cuanto al rey Daul'makán, lo primero que hizo fué abrazar á su hijo Kanmakán, que ya tenía siete años, y lo segundo, llamar á su antiguo ami- go el viejo encargado del hammam. Y cuando lo vió, se levantó del trono en honor suyo, le abrazó, le hizo sentar á su lado, y lo elogió mucho delante de todos sus emires y de todos los presentes. Y du- rante todo aquel tiempo el encargado del hammam se había puesto desconocido á fuerza de reposo y de comer y beber, y habia engordado hasta el límite de la gordura. Su cuello parecía el de un elefante, su vientre el de una ballena, y su cara estaba tan reluciente como un pan recién salido del horno.
Empezó por excusarse de aceptar la invitación del rey, que le ordenaba sentarse á su lado, y le dijo: «¡Oh mi señor! ¡que Alah me libre de cometer semejante abuso! ¡Ya hace mucho tiempo que pasa- ron los dias en que me estaba permitido sentarme en tu presencia!» Pero el rey Daul'makán le dijo: