otro un afecto que fué creciendo con la edad. Y tal estado de cosas duró diez años, durante los cuales el rey no perdía de vista los armamentos y prepa- rativos para la guerra contra los descreídos rumís. la
Pero á consecuencia de todas las fatigas y todas las penas de su malograda juventud, la fuerza y salud del rey Daul'makáu declinaban diariamente. Y como su estado empeoraba de una manera alar- mante, mandó llamar al visir Dandán, y le dijo: «¡Oh mi visir! Voy á someterte un proyecto que deseo realizar. ¡Respóndeme con toda tu rectitud!» El visir dijo: «¿Qué hay, ¡oh rey del tiempo!?>> Y dijo el rey: <¡He resuelto abdicar en favor de mi hijo Kanmakan! ¡Me alegraria verlo reinar antes de mi muerte! ¿Cuál es tu opinión, ¡oh visir lleno de sabiduría!?>>
El visir Dandán besó la tierra entre las manos del rey, y con voz muy conmovida, dijo: «El pro- yecto que me sometes, ¡oh rey afortunado y dotado de prudencia y equidad! no es realizable ni oportuno por dos motivos: el primero, porque tu hijo el prín- cipe Kanmakán es todavía muy joven; y el se- gundo, porque es cosa cierta que el rey que hace reinar á su hijo en vida suya tiene desde entonces contados sus días en el libro del ángel.» Pero el rey insistió: «En cuanto á mi vida, comprendo verda- deramente que ha terminado; pero respecto á mi hijo Kanmakán, puesto que todavía es tan joven, nombraré tutor suyo para el reinado al gran cham- belán, esposo de mi hermana Nozhatu.»