Y en seguida mandó reunir á sus visires, emires y grandes del reino, y nombró al gran chambelán tutor de su hijo Kanmakán, encargándole muy en- carecidamente que lo casase con Fuerza del Destino cuando llegasen å la mayor edad. Y el gran cham- belán contestó: «¡Estoy abrumado por tus benefi- cios, y sumido en la inmensidad de tus bondades!»> Entonces el rey se volvió hacia su hijo Kanmakán, y con los ojos arrasados en lágrimas, le dijo: <<¡Oh hijo mio! Sabe que después de mi muerte el gran chambelá. será tu tutor y consejero, pero el visir Dandán será tu padre, ocupando mi lugar cerca de ti. Porque he aqui que adivino que me voy de este mundo perecedero hacia la morada eterna. Y quiero decirte que me queda un solo deseo en la tierra: vengarnos de aquella que fué la causante de la muerte de tu abuelo el rey Omar Al-Nemán y de tu tio el principe Scharkán, la malhadada y maldita vieja Madre de todas las Calamidades.» Y el joven Kanmakán contestó: «¡Tranquiliza tu alma, joh padre mío! pues Alah os vengará á todos por mi mediación!» Entonces el rey sintió que una gran tranquilidad le refrescaba el alma, y se tendió lleno de quietud en el lecho, del cual ya no habia de le- vantarse.
Efectivamente, al poco tiempo, como toda cria- tura sometida á la mano que la creó, volvió á ser lo que habia sido en el más allá insondable, y fué como si nunca hubiese sido. ¡Porque el tiempo lo siega todo y nada recuerda!...