una ciudad vecina, aguardando que el Destino ayudase al huérfano á quien se quería desposeer de sus derechos.
Así es que el gran chambelán, no teniendo nada que temer, había obligado á Kanmakán y á su ma- dre á que se encerraran en sus habitaciones, y hasta había prohibido á Fuerza del Destino que tuviese relación alguna con el hijo de Daul'makán; de suerte que la madre y el hijo vivian muy retira- dos, aguardando que Alah se dignara devolver sus derechos a aquel á quien correspondían.
Pero de todos modos, á pesar de la vigilancia del gran chambelán, Kanmakán podía ver en oca- siones á su prima y hasta hablarle, pero sólo fur- tivamente. Y un día que no pudo verla, y que su amor le torturaba el corazón, cogió un pliego de papel y le escribió estos versos apasionados:
<¡Andabas, ¡oh amada mial entre tus esclavas, ba-
ñada en toda tu belleza! ¡Al pasar tú, las rosas se se-
caban de envidia en sus tallos, al compararse con tus
mejillas!
>>¡Los lirios guiñaban el ojo ante tu blancura; las
manzanillas floridas sonreían ante la sonrisa de tus
dientes!
»¿Cuándo acabará mi destierro, cuándo se curará
mi corazón de los dolores de la ausencia, cuándo mis
labios dichosos se acercarán por fin á los de mi muy
amada?
»¿Podré saber por fin si es posible nuestra unión,