Al oir esta noticia, aguardada tanto tiempo, los dos reyes y el visir se estremecieron de alegría, y pidieron pormenores al correo. Y éste les dijo: «La Madre de todas las Calamidades, al abrir la carta de nuestro rey y ver su firma al final del pliego, se alegró extraordinariamente; y al momento hizo sus preparativos de marcha, é invitó á la reina Safía para que viniese con ella, lo mismo que cien de los mejores guerreros de los rumis de Constantinia. Y después me ordenó que me adelantara para anun- ciaros su llegada.»
Entonces el visir Dandán se levantó, y dijo á los dos reyes: «Es más prudente, para burlar las perfidias y las asechanzas que aún pudiera utilizar esa vieja descreída, que vayamos á su encuentro disfrazados de cristianos, llevando con nosotros mil guerreros vestidos también á la antigua moda de Kaissaria.» Y ambos reyes hicieron lo que les acon- sejaba el gran visir. Y Nozhatú, cuando los vió con tales atavíos, les dijo: «¡Verdaderamente, que si no os conociera os creería rumis!» Y salieron del pala- cio, y seguidos de los mil guerreros fueron al en- cuentro de la Madre de todas las Calamidades.
Y ésta apareció bien pronto. Entonces Rumzán y Kanmakán dijeron al visir Dandán que desplegara á los guerreros en un gran círculo y los hiciera avanzar lentamente, de modo que no pudiera esca- par ninguno de los guerreros de Constantinia. Des- pués el rey Rumzán dijo á Kanmakán: «¡Déjame que avance al encuentro de esa vieja maldita, pues