maldita exclamó: «¿Cómo no he de ir á pie, cuando los cadáveres de nuestros hermanos yacen inse- pultos al pie de las murallas de Constantinia?»> Y no quiso montar en la mula, y se metió entre los soldados, pasando por entre infantes y jinetes como el zorro que busca una presa. Y no dejaba de reci- tar en alta voz los versiculos del Korán ni de rezar al Clemente, hasta que por fin se vió venir á los restos del ejército que mandaba el chambelán.
Daul'makán quiso conocer aquel desastre, y el gran chambelán, con el alma atormentada, le contó cuanto había ocurrido.
Todo lo habia combinado la maldita Madre de todas las Calamidades. Cuando los emires Rustem y Bahramán marcharon á socorrer à Daul'makán y á Scharkán, quedó muy reducido el ejército que acampaba al pie de los muros de Constantinia. Y el chambelán se guardó muy bien de hablar de ello á sus soldados, temiendo que hubiera un traidor entre éstos. Pero la vieja, que sólo aguardaba aque- Ila ocasión, corrió en seguida hacia los sitiados, llamó á uno de los jefes que estaban en las mura- llas, y le dijo que le alargase una cuerda, à la que ató una carta escrita por su mano. Y decía así:
<< ESTA CARTA DE LA ASTUTA Y TERRIBLE MADre DE TODAS LAS CALAMIDADES, LA PLAGA MÁS ESPAN- TOSA DE ORIENTE Y OCCIDENTE, VA DIRIGIDA AL REY AFRIDONIOS, AL CUAL CRISTO TENGA EN SU GRACIA.>