PERO CUANDO LLEGÓ LA 102.a NOCHE
Ella dijo:
...y le leyó la carta de la Madre de todas las Ca- lamidades. Entonces el rey Hardobios llegó al límite más extremo del entusiasmo, y exclamó: «¡Admira, joh rey! los ardides maravillosos de mi nodriza la Madre de todas las Calamidades! ¡Nos ha sido más útil que las armas de nuestros guerreros! ¡Su mi- rada, lanzada ahora contra nuestros enemigos, pro- duce más terror que todos los demonios del infierno en el terrible día del Juicio!» Y el rey Afridonios respondió: «¡Ojalá nunca nos prive Cristo de esa mujer inestimable! ¡Y ojalá centuplique sus ardides y sus estratagemas!>>
Después mandó á los jefes que avisaran á los soldados la hora del ataque. Y los guerreros afluye- ron de todos sitios, afilaron las espadas é invoca- ron la cruz, juraron, blasfemaron, se movieron y aullaron. Y por último, salieron por la puerta prin- cipal de Constantinia.
Al verlos avanzar en orden de batalla y con la espada desnuda, comprendió el chambelán el gran peligro que les amenazaba, y reunió en seguida á sus soldados y les dijo: «¡Oh musulmanes! Poned vuestra confianza en vuestra fe. Si retrocedéis, es-