rey Afridonios y la derrota de su ejército, cambió de color; su tez amarilla se puso verde, y el llanto la ahogaba. Sin embargo, consiguió dominarse, y dió á entender que aquellas lágrimas eran causa- das por la alegría que le producía la victoria de los musulmanes. Y maquinó la peor de las maquina- ciones para abrasar de dolor el corazón de Daul' makán. Aquel día aplicó, como de costumbre, las pomadas y los ungüentos á las heridas de Schar- kán, le curó con el mayor cuidado, y pidió que saliera todo el mundo, para dejarlo dormir tran- quilamente. Entonces todos salieron, y dejaron á Scharkán con el miserable asceta.
Cuando Scharkán estuvo completamente sumi- do en el sueño...
En este momento de su narración, Schabrazada vió aparecer la mañana, y discreta como siempre, se calló hasta el otro día.
PERO CUANDO LLEGÓ
LA 104.ª NOCHE
Ella dijo:
...Cuando Scharkán estuvo completamente su- mido en el sueño, la horrible vieja, que le acechaba como una loba feroz ó como una vibora de las peo- res, se puso de pie, se deslizó traidoramente hasta