crecimiento. Así es que no esperes de tu visir el servicio de comprarte una esclava, aunque fuese la joven más hermosa de la tierra; pues no quiero ser origen de desgracias, ni soportar el peso de los pe- cados, cuyo instigador sería este servidor tuyo. Pero si quieres hacer caso á mis barbas, sabe que mi opinión es que escojas, entre las hijas de los reyes, una esposa cuya genealogía sea conocida y cuya belleza se presente como modelo ante todas las mu- jeres.»
Entonces el rey Soleimán-Schah exclamó: «¡Oh mi visir! Si logras encontrar semejante mujer, estoy dispuesto á tomarla por esposa legítima, á fin de atraer sobre mi raza las bendiciones del Altísimo. >> Al oirlo, dijo el visir: «El asunto está ya arregla- do, gracias á Alah.» Y el rey exclamó: «¿Cómo es eso?» Y prosiguió el visir: «Sabe, ¡oh rey! que mi esposa me ha dicho que el rey Zahr-Schah, señor de la Ciudad Blanca, tiene una hija de belleza tan ejemplar, que supera á todas las palabras, pues mi lengua se haría peluda antes de poderte dar la me- nor idea de ella.» Y el rey exclamó: «¡Ya Alah!>> Y prosiguió el visir: «Porque, ¿cómo podría hablarte dignamente de sus ojos, de sus párpados oscuros, de su cabellera, de su talle y de su cintura, tan fina que casi no se ve? ¿Cómo describirte el desarrollo de sus caderas y de lo que las sostiene y redondea? ¡Por Alah! ¡Nadie puede acercársele sin quedarse iumóvil, como nadie puede mirarla sin morir! Y de ella ha dicho el poeta: