pujándolos de este modo hacia el centro. Y en per- secución de los animales dificiles de ojear, se sol- taron las panteras, los perros y los halcones. Y la cacería con galgos dió un gran número de gacelas y de toda clase de caza. Y fué una gran fiesta para las panteras de caza, los perros y los halcones. Una vez terminada la caza, el principe Diadema se sentó á orillas de un rio para descansar un rato. Después repartió la caza entre sus amigos, reser- vando la mejor parte á su padre el rey Soleimán. Y en seguida se acostó en aquel sitio hasta por la mañana.
Al despertar, se encontraron con que habia acampado allí una gran caravana llegada por la noche, y vieron salir de las tiendas y bajar hacia el río para hacer sus abluciones à un gran número de gente, esclavos negros y mercaderes. Entonces el príncipe Diadema envió á uno de sus hombres para que se enterase de quiénes eran y de su pais y condición. Y el correo volvió, y transmitió al principe Diadema lo que le había dicho aquella gente: «Somos mercaderes, que hemos acampado aquí atraídos por el verdor de este bosque y por esos arroyos deliciosos. Sabemos que nada tenemos que temer, porque estamos en las tierras seguras del rey Soleimán, cuya sabiduria de gobierno es co- nocida en todas las comarcas y tranquiliza á todos los viajeros. Y le traemos como regalo gran número de cosas bellas y de mucho valor, sobre todo para su hijo el admirable principe Diadema,»