en una de las esquinas llevaba escritos estos ver- sos, con una hermosa letra entrelazada:
¡He querido quejarme por medio de esta letra fina y
complicada, para que conozca la pasión de mi alma!
¡Porque toda letra es la huella del alma que la imagina!
Pero el amigo me dijo: «¿Por qué es tu letra tan fina
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tan atormentada, que casi desaparece á mi vista?»>
Y contesté: «¡Así estoy yo de atormentada! Tan in-
genuo eres que no has adivinado en ella un indicio de
amor?»
Y en la otra esquina del pañuelo estaban escri-
tos estos versos, en caracteres grandes y regulares:
¡Las perlas, el ámbar y el encendido rubor de las
manzanas bajo las hojas celosas apenas podrían decirte
la claridad de sus mejillas debajo del bozo!
¡Y si buscaras la muerte, la encontrarías en las in- tensas miradas de sus ojos, cuyas víctimas son innume- rables! ¡Pero si es la embriaguez lo que deseas, deja los vinos del copero! ¿No tienes las rojas mejillas del copero?
¡Y si quieres conocer su frescura, te la dirán los arrayanes, y su flexibilidad, las curvas de las ramas!
Entonces yo, ¡oh mi señor! me senti enloqueci-
do, y llegué á mi casa al caer la noche. Y encontré
á la hija de mi tio, que estaba llorando; pero al
verme se limpió rápidamente los ojos, se acercó á
mí y me ayudó á desnudarme. Y me interrogó dul-
TOMO V
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