PERO CUANDO LLEGÓ LA 113.a NOCHE
Ella dijo:
...la vi, sonriente, asomada en una ventana abierta en el piso alto. No intentaré pintarte su hermosura, porque mi lengua es demasiado torpe para ello.
Sabe únicamente que, apenas me hubo visto, se puso el dedo índice entre los labios. Bajó después el dedo del corazón, lo unió al índice izquierdo, y se puso los dos entre los pechos. En seguida se me- tió dentro, cerró la ventana y desapareció.
Y completamente sorprendido, é inflamado por el deseo, por mucho que miré, esperando ver de nuevo aquella aparición que me había arrebatado el alma, permaneció cerrada la ventana obstinada- mente. Y no desesperé hasta que, después de haber estado aguardando en el banco hasta la puesta del sol, olvidando el contrato de casamiento y la novia, me cercioré de que decididamente era en vano aguardar.
Entonces me levanté con el corazón muy apena- do, y me dirigí hacia mi casa. Por el camino des- doblé aquel adorable pañuelo, cuyo perfume me ha- bia deleitado tan intensamente, y me crei en el Pa- raíso. Y cuando lo hube desdoblado del todo, vi que