a las grandes luchas, empleando pequeños resortes mas propios de la intriga cortesana que de soldados i apóstoles de una gran causa. Ese hombre destinado a desempeñar tan importante papel apareció en medio del sombrío desconcierto que amenazaba a la revolucion; i para que su influencia fuera mas eficaz i pudiera descender hasta las masas ignorantes i fanatizadas, apareció rodeado de un carácter inviolable: era un fraile de la Buena Muerte, llamado Camilo Henriquez.
A la aparición de Camilo Henriquez, todas las falsas protestas de adhesiones a la reyecía se estinguieron como por encanto: a las cobardes vacilaciones sucedió la propaganda desenmascarada i audaz que imprimió a la lucha este carácter indomable. Hubo un violento cambio de escena. Todos comprendieron desde el primer momento el papel grandioso que este hombre iba a desempeñar. Se notó un movimiento jeneral de asombro i de curiosidad. Parece que aquella jeneracion se hubiera empinado para ponerse a la altura del nuevo apóstol.
Camilo Henriquez llegó asegurando que en