En su salon, modesto salon por cierto, no se reunia el mundo elegante sino esa sociedad mas seria, mas severa, que vive del trabajo i que debe esclusivamente a él las comodidades i placeres de que disfruta. Esa sociedad constituia la fuerza democrática de la revolución; todos aquellos espíritus deseaban la independencia con la república.
En el centro de este grupo de obreros laboriosos se alzaba dominadora la señora Lattapiat; su talento, su carácter, sus virtudes i entusiasmo, la habian hecho naturalmente el jefe de aquella reunion de hombres austeros. Se asegura que su conversacion embelesaba; espresiva, elocuente, llena de imájenes, comunicaba a los que la escuchaban el fuego de su alma.
Al lado de esta mujer, o mas bien al calor de su ardiente mirada, crecia su hija Juana, niña de 14 a 15 años, cuyo espíritu se abria a todas las emociones de esa vida tan ajitada. Madre e hija trabajaban unidas, velaban juntas escribiendo sobre la pequeña mesa del salon o de la alcoba... ¿Qué escribian? Cartas de aliento a los emigrados, comunicaciones que