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Paula Jara Quemada.

transformadas en el cuartel jeneral del nuevo ejército que se reorganizó.

Dias ántes de la escena que acabamos de narrar, el espíritu de aquella mujer estraordinaria se habia presentado en toda su grandeza revelándose la fuerza de su patriotismo i abnegacion.

Una tarde, al caer ya la noche, ve llegar a su casa de Paine a uno de sus mas estimados i antiguos amigos que venia a pedirle hospitalidad. Era un patriota perseguido que buscaba un asilo seguro en aquella casa perdida entre las fragosidades de un mal camino i oculta entre las tupidas arboledas de un antiguo parque; un niño de seis años acompañaba al errrante viajero.[1]

La señora Jara se conmovió ante aquel noble infortunio, i sin pensar un instante en los peligros que tal huésped podia traerle, le ofreció la jenerosa hospitalidad que acostumbraba.

Una mañana ve llegar la señora Jara una partida de soldados españoles; creyendo se presentaban en busca del patriota que oculta-

  1. Ese niño se llamaba Manuel Montt, que mas tarde habia de ocupar los mas elevados puestos de su patria.