Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/160

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
140
TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

con justicia, en bien de los tuyos los celebrarás; pero de mí, no creas jamás que vivo deba residir en esta patria ciudad, sino déjame habitar en los montes, en el que ya se llama mi Citerón: ese que mi madre y también mi padre, vivo yo aún, determinaron que fuese mi propia sepultura; para que muera según la determinación de aquellos que querían que se me matara. Por que verdaderamente veo que ni enfermedad ni otro accidente alguno me puede matar, ya que de otro modo no me habría salvado, a no ser para algún terrible mal. Siga, pues, mi destino la marcha hacia donde la empezó. De mis hijos varones, por mí, Creonte, no tengas cuidado —hombres son; de modo que donde estén no ha de faltarles lo necesario para vivir—; pero si de mis dos hijas, infortunadas y dignas de lástima, que jamás se sentaron a comer en la mesa sin estar yo, sino que de cuanto yo gustaba de todo siempre tomaban su parte; a ellas cuídamelas; y más aún, déjame que las toque con mis manos y llore mi desgracia. Permíteme, ¡oh rey!, permíteme, tú, puro de nacimiento, que al tocarlas con mis manos creeré tenerlas como cuando veía, ¿Qué digo? ¿No oigo ya, por los dioses, a mis dos queridas, que lloran a lágrima viva, y que Creonte, compadecido de mi, me las envía como a lo más querido de mis hijos? ¿Digo verdad?

Creonte.—La dices; pues yo soy quien te he proporcionado esto, deduciendo el consuelo que tienes ahora por el que tenías antes.

Edipo.—Pues ¡ojalá seas feliz! Y por haberlas hecho venir, que el dios te defienda mejor que a mí. ¡Oh hijas! ¿Dónde estáis? Venid aquí; llegaos a estas mis manos, hermanas vuestras, que han puesto así como veis los ojos, antes tan brillantes, del padre que os engendró; que yo, para vosotras, ¡oh hijas!, sin saberlo ni inqui-